Hay que ver como esta película me ha despertado mi lado más sensible, tanto que en más de un momento casi me pongo a llorar. Realmente esta es una película no solo para ver sino para sentir. Menos mal que Kurosawa sabe bien lo que tiene que hacer y coloca alguna escena divertida en el momento justo, como sería la pelea con los bandidos de la casa de te a los que Barbarroja rompe sus huesos utilizando sus conocimientos de anatomía humana. Esta será la única escena de acción de la película y en ella Mifune está magnífico demostrando que no es un santurron sino que puede llegar a ser subversivo y hasta criminal cuando no le queda otra opción.
Al empezar la película, cuando Yasumoto va recorriendo las estancias del hospital al que ha sido designado, dice: “Huele a fruta podrida” y su acompañante le contesta: “Es el olor de la pobreza” con lo que tenemos una perfecta descripción del ambiente de trabajo. Después veremos como entre ese olor, la bondad y la entrega de los que allí trabajan superan esa sensación de mal olor confirmando como Kurosawa siempre ha sabido describir el amor y la sinceridad en sus películas. Es otra obra maestra del cine.